La mayoría de nosotros hemos comprendido que el sentido último del masón no pasa por alcanzar grados ni acumular reconocimientos. Ni siquiera por el tan resaltado objetivo de conseguir dejar huella en la humanidad.
El verdadero y único desafío, significativo y común a todos los masones, es enfrentarnos a la nada fácil tarea de auto construirnos; volviéndonos cada día más sabios por el mero hecho de visitar nuestro interior al desbastar nuestra propia piedra.
Y en ese trabajo es donde deberemos alcanzar, por añadidura, los grados y el reconocimiento. Por añadidura y no como único fin.
Grados y reconocimientos ricos en simbología, al conectar el camino del masón con la vida misma.
El verdadero y único desafío para un masón es ser cada vez más sabio.
Muchos se preguntan si existe alguna escuela o lugar donde se pueda aprender a ser más sabios, si existen maestros para tal menester. Muchos, niegan la existencia de tal escuela y tales maestros dispuestos a enseñar lo que debemos saber. Pero, nosotros, los masones, sabemos que el Arte Real es el método con el que nos buscamos y nos encontrarnos a nosotros mismos, mientras nos construirnos buscando la sabiduría. Un método ( Arte ) vivenciado a través de las metáforas creadas con los símbolos y rituales de los antiguos constructores de catedrales. Un método donde, sin necesidades de gurús, podemos encontrar a ese maestro en nuestro interior, al conectar nuestros trabajos iniciáticos con nuestra propia vida y experiencias. Un método donde nuestro propio secreto se comparte en silencio y en fraternidad.
El masón que más evoluciona en su propia construcción no es aquel que persigue los grados y los reconocimientos sino el que valora su progreso y desea continuar viviendo el ejercicio de su vocación masónica como su mejor recompensa.
El verdadero y único desafío para un masón es ser cada vez más sabio.
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