El masón debe vivir su experiencia con el Arte Real sintiéndose responsable de sí mismo.
Somos muchos los masones que vivimos nuestra pertenencia a la Fraternidad sin ser plenamente conscientes de lo que estamos viviendo, sin saber sacar el mínimo provecho masónico y sin llegar a comprender dónde reside el verdadero beneficio del Arte Real.
A muchos de nosotros nos domina la rutina y la inercia en nuestra vida masónica. Vivimos la masonería si ningún verdadero interés masónico, sin alicientes auténticos, de forma pasiva e indiferente, con la oscuridad dentro de nuestro corazón.
Otros vivimos la masonería en continua tensión, presos de una gran actividad que no nos conduce a ninguna parte; sin ninguna alegría y con un gran vacío interior.
Muy pocos entre nosotros viven su vida masónica de forma consciente, con un sentido propio y una meta hacia la construcción de su propio templo.
Al igual que en la vida, en masonería no existe un manual de instrucciones para aprender adecuadamente a vivir con acierto la aventura del autoesclarecimiento. El masón todo lo hace con trabajo, siguiendo el mensaje del acróstico V.I.T.R.I.O.L. mientras conecta y armoniza las metáforas de los símbolos y rituales masónicos con sus propias vivencias.
En masonería estamos más acostumbrados a encontrarnos con un número mayor de hermanos que solicitan el “libro de reclamaciones y quejas”, que hermanos forjando sus “herramientas de trabajo” con las que reconocer y desbastar la propia piedra bruta.
Muy pocos entre nosotros viven su vida masónica de forma consciente, con un sentido propio y una meta hacia la construcción de su propio templo.
El masón debe vivir su experiencia con el Arte Real sintiéndose responsable de sí mismo.