El Arte Real, entendido como método, es un proceso de autoconstrucción integrado en la vocación del masón hacia la plena evolución de su naturaleza humana.
Para plantearse en profundidad las cuestiones que hacen referencia a la autoconstrucción del masón tenemos que tener presente que él es el sujeto activo y pasivo de esta tarea constructiva.
Afirmar que el masón se autoconstruye supone implícitamente un interés por su condición humana, por su naturaleza, su comportamiento y sus obras.
Por ello, se deberá tener presente que este método o “Arte Real” requiere que el masón busque conocer la composición de su propia piedra bruta, para orientar lúcidamente su tarea, evitando así el riesgo de adentrarse, extenderse y perderse en laberintos marginales, carentes de valor en relación con el trabajo masónico y el “beneficio” del Arte Real.
El masón no es sólo un hombre que puede autoconstruirse a través de los símbolos y ritos de la masonería, a través del Arte Real, sino aquel que necesita de esta autoconstrucción para alcanzar la plenitud que le es propia.
El Arte Real, entendido como método, es un proceso de autoconstrucción a través, de las metáforas elaboradas con los símbolos y rituales de los antiguos maestros canteros. Sin estos símbolos y rituales no se conforma el Arte Real, no cabe hablar de masonería.
Dice Michel Dufour que “la finalidad de la metáfora es atraer la atención consciente del individuo (…) permitiéndole así entrar en contacto con las fuerzas de su inconsciente, inmensamente ricas en soluciones y en posibilidades”.
El uso de metáforas proyecta en el masón una nueva luz que le permite ver, con “nuevos ojos” y desde una perspectiva diferente, un aspecto del saber que hasta entonces había sido impenetrable o estaba oscurecido. Las metáforas iluminan el pensamiento a través de los contrastes del pavimento ajedrezado.
Para mayor comprensión sobre el valor de las metáforas, elaboradas con los símbolos y rituales masónicos, hay que tener en cuenta que no se trata sólo de imágenes a través de las cuales se nos presenta un concepto, sino que son conceptos en sí mismas que integran el proceso de autoconstrucción
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Las metáforas, símbolos y rituales de la masonería, a partir del seguimiento del acróstico V.I.T.R.I.O.L., provocando analógicas y paralelismos, tienen un poder creativo al presentar un modo distinto de ver la realidad, estimulando nuestras capacidades cognoscitivas y emocionales.
La eficacia de las metáforas elaboradas a través de los símbolos y rituales masónicos es proporcionalmente directa a la capacidad del masón para llenarlas de contenido, conectándolas con su propia naturaleza y vivencias.
Más aún, sin esa capacidad para llenar los símbolos y rituales de “algo propio”, sin esa capacidad para conectar los símbolos y rituales con su propia naturaleza y vivencias, ¿cabría hablar de un masón con mandil?
Sin esa capacidad y sin ese “algo propio” nacido de una necesidad sincera y real de “autoesclarecimiento”, de una orientación honesta hacia la búsqueda de la luz, no tiene ningún significado calificar a nadie de masón.
Alguien sin esta “necesidad” y adiestrado sin más es una mera descripción de símbolos y Rituales, está anclado en su pasado, y no está en condiciones de descubrir lo nuevo. No está en condiciones de vivir los trabajos “iniciáticos”, ni está en condiciones de recibir el mayor y más preciado regalo del “Arte Real”: La construcción de su propio templo.
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