¿A qué nos referimos cuando calificamos nuestros rituales y trabajos como “iniciáticos”?
¿Cuál es el significado y la dimensión que tiene o debería tener este adjetivo (iniciático) en nuestros trabajos como masones? Para darle mayor claridad a la pregunta podríamos reformularla de la siguiente manera: ¿Cuándo hablamos de “Rituales iniciáticos y de “Trabajos iniciáticos, estamos hablando todos de lo mismo?
La respuesta es un tanto obvia. Todos los hermanos conocemos básicamente el significado de “rito iniciático”: Desde los primeros albores de la humanidad hasta nuestros días, se han realizado, y se realizan, en todas las culturas una serie de ritos iniciáticos que funcionando como una marca de “paso”, de límite entre un antes y un después”, sirven para obtener una “status” diferente al anterior. Sea este el paso entre la etapa de niño y la de adulto, entre el estado civil de soltero a casado; o sea el ingreso en algún grupo o sociedad, en una cofradía, en una hermandad o en alguna “Gloriosa Tuna de cualquier Facultad Universitaria”, a través de sus “bromas” correspondientes y la entrega del jubón y la capa.
Efectivamente, la respuesta resulta un tanto obvia es este aspecto “social” de cambio de “status” que implica un “rito iniciático”. En masonería, este aspecto “social”, se podría resumir y simplificar con el “Rito de iniciación” y los rituales entre los distintos grados, donde a través de una serie de acciones y pautas con carácter simbólico uno pasa del status de “profano” a “masón y del status de un grado a otro. Con la entrega del mandil y atributos correspondientes. Desafortunadamente, en demasiados casos es sinónimo de una vivencia superficial de la masonería.
Sin embargo, donde se nos presenta la mayor dificultad de comprensión es en el aspecto “filosófico” del “rito” y del “trabajo” iniciático. Siendo, en verdad, este aspecto “filosófico” lo más real e importante de la Masonería, además de actuar como común denominador entre la gran variedad de “Ritos masónicos” y “Obediencias”, y, por ser el aspecto básico e imprescindible para poder hablar de “Arte Real”.
Sin buscarlo he anticipado la respuesta a las cuestiones que se nos plantean con estos dos aspectos de los “ritos iniciáticos”. Antes de contruir las preguntas os diré que la totalidad de estudiosos de la condición humana coinciden en definir la “iniciación”, en su aspecto “filosófico”, como “un cambio básico en la condición existencial”.
Las cuestiones se plantean como: ¿En Masonería, estos dos aspectos, el “social” y “filosófico” se dan a la par, son complementarios o uno de ellos tiene más peso frente al otro? ¿Podemos hablar de “iniciación” sin la presencia de uno de los dos?
Sí, efectivamente, podemos hablar de “iniciación” sin la presencia de unos de estos dos aspectos. Cuantos hermanos, a pesar de la carga emotiva y la sensación de una experiencia importante, habremos vivido los rituales sin ese aspecto “filosófico”, sin ese “cambio básico en la condición existencial”, quedando en un mero paso de un “Status a otro”: de “profano” a “masón, de “un tipo de mandil” a “otro tipo de mandil”, de una “denominación” a “otra denominación, de un “status social” a otro “status social”. Una experiencia no muy diferente a la vivida por un aspirante a tuno, que en una noche de bromas pesadas es aceptado en la agrupación musical y hermandad de estudiantes, como uno de ellos. Con la diferencia de que un tuno antes de pasar por el “ritual de iniciación”, de ingreso, ha demostrado que sabe, por lo menos, tocar la pandereta y dar saltos. Mientras que nosotros, los masones, omitimos, la mayoría de las veces, en las aplomaciones, y en los “exámenes”, la búsqueda de ese “masón sin mandil” en el aplomado o de ese “masón existencial” en el iniciado. ¿O quizá es que ni siquiera nos lo planteamos por pura “ignorancia masónica”?
Lo incuestionable es que solo el “ritual iniciático” y el “trabajo iniciático”, en su aspecto “filosófico”, son propios de la Masonería.
En Masonería, el aspecto “social” del “ritual iniciático”, en realidad, no existe sin el “filosófico. Mejor dicho, es “uno” con el aspecto “filosófico”, ya que por su vivencia simbólica hasta el “mandil” más “recargado” no tiene ningún valor por si mismo.
Sí, así es, como bien definen los estudiosos de la condición humana: “Un cambio básico en la condición existencial”.
Y, con la intención de dar más luz sobre estas “experiencias iniciáticas”, en su aspecto “filosófico”, os diré que todos los seres humanos pasamos, desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte, consciente o inconscientemente, natural o accidentalmente, por “experiencias” que en los planos vital y psicológico nos producen ese “cambio básico” en nuestra manera y modo de percibir la “existencia”. Por “experiencias” que van configurando nuestro cerebro y, por ello, nuestra personalidad.
Sin embargo, a pesar de que estas “experiencias” (” iniciáticas” al fin y al cabo) nos transforman y nos permiten reconocernos en los versos del poeta Pablo Neruda, cuando dice: “De tantas vidas que tuve de todas estoy ausente,..Y soy…a la vez soy… aquel hombre que fui”. A pesar de sentir, a través de estas” experiencias”, la metáfora de una “muerte” y un “renacimiento”. A pesar de todo ello, no podemos hablar de la existencia de una evolución hacia el “HOMO INITIUM”, el “hombre iniciado”: Hacia el Masón.
Estas “experiencias”, aún “modificándonos”, solo pueden transformarnos y conducirnos hacia ese “HOMO INITIUM” cuando van precedidas por un verdadero deseo de conocimiento, de transformación y evolución interior. Cuando, con una actitud personal, proactiva, plena y productiva, con una “atención plena”, nos atrevemos a “tomar las riendas de nuestra propia existencia, evitando resignarla a su suerte”.
Y, repitiendo lo expuesto en otras publicaciones, “cuando trabajemos orientando y equilibrando nuestras vidas mientras degradamos nuestras oscuridades, en una constante búsqueda de la verdad”.
Solo a partir del momento en que estemos dispuestos a buscar, de un modo “activo”, ese “cambio básico en nuestra condición existencial”, en “desbastar nuestra propia piedra bruta”, en dejar la ignorancia y la condición profana”…solo a partir de esa actitud nuestros trabajos en “masonería” podrán ofrecernos un “beneficio iniciático”. Solo a partir de ese trabajo que nos permite una “relación” crucial con nosotros mismos, con el mundo y la vida; solo a partir de esa “experiencia” podremos sentir que formamos parte de ese “HOMBRE NUEVO”, de ese “HOMBRE INICIADO”.
Y ahora, después de estas reflexiones ya me siento preparado para cuestionarme, en próximas publicaciones, otro de los puntos que distingue a la masonería de otros tipos de “asociaciones”: La simbología de los antiguos maestros canteros y como interviene en los “trabajos” y “ritos” iniciáticos de un Masón.
¿Cuál es el significado y la dimensión que tiene o debería tener este adjetivo (iniciático) en nuestros trabajos como masones? Para darle mayor claridad a la pregunta podríamos reformularla de la siguiente manera: ¿Cuándo hablamos de “Rituales iniciáticos y de “Trabajos iniciáticos, estamos hablando todos de lo mismo?
La respuesta es un tanto obvia. Todos los hermanos conocemos básicamente el significado de “rito iniciático”: Desde los primeros albores de la humanidad hasta nuestros días, se han realizado, y se realizan, en todas las culturas una serie de ritos iniciáticos que funcionando como una marca de “paso”, de límite entre un antes y un después”, sirven para obtener una “status” diferente al anterior. Sea este el paso entre la etapa de niño y la de adulto, entre el estado civil de soltero a casado; o sea el ingreso en algún grupo o sociedad, en una cofradía, en una hermandad o en alguna “Gloriosa Tuna de cualquier Facultad Universitaria”, a través de sus “bromas” correspondientes y la entrega del jubón y la capa.
Efectivamente, la respuesta resulta un tanto obvia es este aspecto “social” de cambio de “status” que implica un “rito iniciático”. En masonería, este aspecto “social”, se podría resumir y simplificar con el “Rito de iniciación” y los rituales entre los distintos grados, donde a través de una serie de acciones y pautas con carácter simbólico uno pasa del status de “profano” a “masón y del status de un grado a otro. Con la entrega del mandil y atributos correspondientes. Desafortunadamente, en demasiados casos es sinónimo de una vivencia superficial de la masonería.
Sin embargo, donde se nos presenta la mayor dificultad de comprensión es en el aspecto “filosófico” del “rito” y del “trabajo” iniciático. Siendo, en verdad, este aspecto “filosófico” lo más real e importante de la Masonería, además de actuar como común denominador entre la gran variedad de “Ritos masónicos” y “Obediencias”, y, por ser el aspecto básico e imprescindible para poder hablar de “Arte Real”.
Sin buscarlo he anticipado la respuesta a las cuestiones que se nos plantean con estos dos aspectos de los “ritos iniciáticos”. Antes de contruir las preguntas os diré que la totalidad de estudiosos de la condición humana coinciden en definir la “iniciación”, en su aspecto “filosófico”, como “un cambio básico en la condición existencial”.
Las cuestiones se plantean como: ¿En Masonería, estos dos aspectos, el “social” y “filosófico” se dan a la par, son complementarios o uno de ellos tiene más peso frente al otro? ¿Podemos hablar de “iniciación” sin la presencia de uno de los dos?
Sí, efectivamente, podemos hablar de “iniciación” sin la presencia de unos de estos dos aspectos. Cuantos hermanos, a pesar de la carga emotiva y la sensación de una experiencia importante, habremos vivido los rituales sin ese aspecto “filosófico”, sin ese “cambio básico en la condición existencial”, quedando en un mero paso de un “Status a otro”: de “profano” a “masón, de “un tipo de mandil” a “otro tipo de mandil”, de una “denominación” a “otra denominación, de un “status social” a otro “status social”. Una experiencia no muy diferente a la vivida por un aspirante a tuno, que en una noche de bromas pesadas es aceptado en la agrupación musical y hermandad de estudiantes, como uno de ellos. Con la diferencia de que un tuno antes de pasar por el “ritual de iniciación”, de ingreso, ha demostrado que sabe, por lo menos, tocar la pandereta y dar saltos. Mientras que nosotros, los masones, omitimos, la mayoría de las veces, en las aplomaciones, y en los “exámenes”, la búsqueda de ese “masón sin mandil” en el aplomado o de ese “masón existencial” en el iniciado. ¿O quizá es que ni siquiera nos lo planteamos por pura “ignorancia masónica”?
Lo incuestionable es que solo el “ritual iniciático” y el “trabajo iniciático”, en su aspecto “filosófico”, son propios de la Masonería.
En Masonería, el aspecto “social” del “ritual iniciático”, en realidad, no existe sin el “filosófico. Mejor dicho, es “uno” con el aspecto “filosófico”, ya que por su vivencia simbólica hasta el “mandil” más “recargado” no tiene ningún valor por si mismo.
Sí, así es, como bien definen los estudiosos de la condición humana: “Un cambio básico en la condición existencial”.
Y, con la intención de dar más luz sobre estas “experiencias iniciáticas”, en su aspecto “filosófico”, os diré que todos los seres humanos pasamos, desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte, consciente o inconscientemente, natural o accidentalmente, por “experiencias” que en los planos vital y psicológico nos producen ese “cambio básico” en nuestra manera y modo de percibir la “existencia”. Por “experiencias” que van configurando nuestro cerebro y, por ello, nuestra personalidad.
Sin embargo, a pesar de que estas “experiencias” (” iniciáticas” al fin y al cabo) nos transforman y nos permiten reconocernos en los versos del poeta Pablo Neruda, cuando dice: “De tantas vidas que tuve de todas estoy ausente,..Y soy…a la vez soy… aquel hombre que fui”. A pesar de sentir, a través de estas” experiencias”, la metáfora de una “muerte” y un “renacimiento”. A pesar de todo ello, no podemos hablar de la existencia de una evolución hacia el “HOMO INITIUM”, el “hombre iniciado”: Hacia el Masón.
Estas “experiencias”, aún “modificándonos”, solo pueden transformarnos y conducirnos hacia ese “HOMO INITIUM” cuando van precedidas por un verdadero deseo de conocimiento, de transformación y evolución interior. Cuando, con una actitud personal, proactiva, plena y productiva, con una “atención plena”, nos atrevemos a “tomar las riendas de nuestra propia existencia, evitando resignarla a su suerte”.
Y, repitiendo lo expuesto en otras publicaciones, “cuando trabajemos orientando y equilibrando nuestras vidas mientras degradamos nuestras oscuridades, en una constante búsqueda de la verdad”.
Solo a partir del momento en que estemos dispuestos a buscar, de un modo “activo”, ese “cambio básico en nuestra condición existencial”, en “desbastar nuestra propia piedra bruta”, en dejar la ignorancia y la condición profana”…solo a partir de esa actitud nuestros trabajos en “masonería” podrán ofrecernos un “beneficio iniciático”. Solo a partir de ese trabajo que nos permite una “relación” crucial con nosotros mismos, con el mundo y la vida; solo a partir de esa “experiencia” podremos sentir que formamos parte de ese “HOMBRE NUEVO”, de ese “HOMBRE INICIADO”.
Y ahora, después de estas reflexiones ya me siento preparado para cuestionarme, en próximas publicaciones, otro de los puntos que distingue a la masonería de otros tipos de “asociaciones”: La simbología de los antiguos maestros canteros y como interviene en los “trabajos” y “ritos” iniciáticos de un Masón.