La vinculación entre la masonería y las ciencias de la conducta humana es evidente, ya que en el proceso constructivo subyace un modelo antropológico, aunque no siempre formulado de manera explícita ni el masón sea, de manera habitual, plenamente consciente de los presupuestos psicológicos que impregnan y dirigen su propio trabajo masónico.
El masón no es sólo un hombre que puede autoconstruirse a través de los símbolos y ritos de la masonería, a través del Arte Real, sino aquel que necesita de esta autoconstrucción para alcanzar la plenitud que le es propia.
El Arte Real como proceso de autoconstrucción se integra en el dinamismo general del masón hacia la plena evolución de su naturaleza.
Las ciencias de la conducta humana cumplen una función básica en el camino del masón, porque disponer de un conocimiento adecuado del hombre, de su naturaleza y su modo de obrar, es una condición necesaria para poder llevar a cabo el trabajo masónico. Ya en la cámara de reflexión, el acróstico V.I.T.R.I.O.L. nos invita a aplicarnos en la tarea de conocernos a nosotros mismos, y ese interés debe acompañar siempre al desarrollo del masón.
El Arte Real como método de autoconstrucción, de esclarecimiento, busca responder, con la mayor profundidad, amplitud y radicalidad, a la pregunta por el “ser del hombre”, y “su sentido”.
Para un masón subjetividad y objetividad son dimensiones correlativas en su proceso de autoconstrucción, porque al estar abierto al mundo y ser capaz de objetivizar la realidad, es capaz de captarse a sí mismo desde ella.
El Arte Real como proceso de autoconstrucción se integra en el dinamismo general del masón hacia la plena evolución de su naturaleza.
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